Durante la (peri) menopausia muchas
mujeres experimentan subidas de angustia y ansiedad sin ninguna razón especial,
es decir que se está pasando la aspiradora o leyendo una buena novela y, de
repente, una oleada de angustia aparece de la nada y, a menudo, desemboca en un
sofoco fenomenal.
La diferencia entre estas crisis de ansiedad
y la ansiedad, digamos normal –que tiene
causas más o menos localizables– es, justamente, esta falta de sentido inicial.
La frecuencia e intensidad de las
crisis es muy variable y hay mujeres que no pasan por ello, así que estos artículos
están pensados, sobre todo, para aquellas que saben de lo que hablo por propia
experiencia.
Aunque pienso que, alguna de las
herramientas y formas de pensamiento que sugiero, podrían ayudar también con la
ansiedad y/o angustia normales –o sea,
con causa o causas identificadas.
Estas crisis de ansiedad súbita pueden
llegar a ser casi continuas –diez, doce o más al día– y seguir por la noche,
impidiendo un sueño reparador. La situación puede crear cuadros depresivos
agudos, donde se sufra tanto que el pensamiento de la muerte sea lo único que
de un cierto consuelo. La diferencia con la depresión normal, es que esta situación es intensa pero muy corta: uno o dos
días, en general.
Cuando la situación se prolonga
durante meses una puede pensar que se está volviendo loca.
El problema añadido es que, en
consulta médica alopática, sólo os ofrecerán medicaciones que no solucionan en
absoluto el problema.
Así que podéis imaginar que comprender lo que se está atravesando para
poder trabajarlo es crucial.
Lo primero de lo que hay que ser
consciente es de que es imposible
oponerse a estas fuerzas que atraviesan el cuerpo… justamente, es lo que intentará
cualquiera que pase por ello: cuando empieza la subida repentina de angustia
hay una tensión inmediata y se deja de respirar en un intento de pararlo.
Normalmente, esto se hace de forma
totalmente inconsciente con el resultado de producir una sensación todavía más
fuerte, muy cercana al ataque de pánico.
Así que, hay que hacer todo lo que esté
en nuestra mano para ver qué es lo que hacemos con nuestro cuerpo en estos
momentos.
Al principio es difícil porque da
miedo pero, en cualquier caso, podéis empezar por ver si habéis dejado de
respirar y, si es así, comenzar por aspirar y espirar aire usando conscientemente
vuestros pulmones.
¡Atención! En una situación así no se
trata de inspirar profundamente,
puesto que es posible que haya una sensación de ahogo casi intolerable… la
inspiración será ligera, incluso casi inexistente, lo importante es la espiración
que, está sí, será todo lo profunda y larga que podamos.
Una vez terminada la espiración mantendremos los pulmones vacios por
un momento más o menos largo, según nuestra capacidad. Después podemos inspirar de nuevo,
ligeramente, y volver a espirar profunda y largamente, manteniendo un tiempo de
parada con los pulmones vacíos.
Estas respiraciones con parada a pulmón vacio se hace todo el tiempo
que dure la crisis de ansiedad.
Durante este tiempo se observa lo que
está pasando, podría notarse opresión en la tripa, en el pecho o en la
garganta. Esto puede variar, y la opresión moverse de abajo hacia arriba o
incluso ser como un ahogo.
También podría haber palpitaciones descontroladas.
No te preocupes por ello, simplemente,
observa, aunque sea desagradable.
Si la crisis se acompaña de sofoco, se
observa desde dónde surge la fuente de calor y como se mueve por el cuerpo.
Aparte de la respiración con parada,
no se hace nada, simplemente se
observa lo que pasa y cómo pasa, sin
juzgar, sin odiarlo.
Al principio, puede que te sea
imposible mantenerte en este estado de observación pasiva, en este caso y durante
todo el tiempo en que la situación te sea completamente inaceptable, puedes
ayudarte –además de las respiraciones– con los tres golpes del módulo energético de Donna Eden para la menopausia
(artículo 9) y con el disolvente de
stress.
El disolvente
de stress consiste en colocar ligeramente las yemas de tus dedos sobre la
frente y los pulgares sobre las sienes, mantener la posición sin apretar
durante un minuto o dos –o mientras dure la crisis de ansiedad.
Ejercicios:
1)
Durante un mes practica las técnicas que he planteado más
arriba.
Si la crisis de ansiedad se acompaña
de sofocos, tienes que plantearte seriamente la alimentación.
Un par de sugerencias generales y sencillas a adaptar a tu
caso particular:
Al mediodía toma ensalada verde
acompañada de una cucharadita de lino molido y un plato que incluya proteínas en
cantidad moderada (carne, pescado, huevos, producto lácteo, legumbres…) y
verduras.
Por la noche, ensalada verde con otra
cucharadita de lino molido y un plato de feculentos (arroz, pasta, cus-cús …)
con verduras.
No tomes tres productos lácteos
diarios… es demasiado (ver artículos sobre la osteoporosis).
¡Atención! Cada vez encuentro más
mujeres que no comen suficientes proteínas. Como el cuerpo está hambriento el
deseo se desplaza a los dulces. Si te encuentras en esta situación (trampolín
directo a la diabetes) consulta a un buen nutricionista.
¡Escribe tus experiencias en tu
cuaderno privado!
Regla 2: Evita el agotamiento moral y/o físico. Tus observaciones en relación
a la alegría te habrán puesto sobre esta pista…
Para ojear mis otros libros y saber más sobre mí puedes ir AQUÍ.
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Interesante tema a tratar. La planta Cimicifuga racemosa tiene beneficios importantes para reducir los síntomas durante la menopausia. Muy recomendable.
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