En 1983, la
doctora Mary Anderson escribía que sólo un tercio de mujeres menopáusicas
experimentaban síntomas molestos (en Inglaterra). También se sabe que estos
síntomas varían enormemente de una cultura a otra. Por ejemplo, las mujeres
mayas tienen 0% sofocos, las chinas los experimentan en un 10 a un 22 % y las
holandesas en un 80 %. La depresión, el insomnio y la fatiga pueden afectar al
25 % de las holandesas pero sólo al 5-10 % de las japonesas. En cuanto a la
pérdida de libido sólo afecta al 5 % de las suecas (1).
Esto no
puede explicarse por diferencias endocrinológicas e indica que los pretendidos
síntomas menopáusicos tienen que ver con pautas socioculturales y –sobre todo–
alimentarias.
En efecto, las
sustancias que introducimos en nuestro cuerpo influyen sobre las
fluctuaciones hormonales que se producen naturalmente durante la reorganización
del ciclo de poder. Estas fluctuaciones cambian la relación
estrógeno/progesterona y varían de hora en hora, (por lo que un análisis
puntual y aislado de las mismas no da ninguna información útil) y, en realidad,
no tendrían que durar más que unos meses.
Aquí, es importante informaros
–por si no lo sabéis ya– que nuestro medio ambiente está contaminado con altas
cantidades de xenoestrógenos. Estas son moléculas químicas, similares a
nuestros estrógenos y que actúan como tales. Los restos de pesticidas que
ingerimos con la comida son las primeras fuentes de xenoestrógenos, después nos
encontramos con el bisfenol A presente en los embalajes alimentarios, con los
falatos en los plásticos, con los PBC y los restos de píldoras anticonceptivas
–que contienen estrógenos sintetizados en el laboratorio– en el agua, con los
retardadores de llama en ordenadores y muebles o con los parabenos en los
cosméticos.
En la actualidad, la mujer
menopáusica (y todas las otras), más que con una supuesta deficiencia
estrogénica, lo que se encontrará a menudo es con un desequilibrio inducido artificialmente,
donde, en realidad, va a haber demasiado estrógeno en relación a la
progesterona.
El exceso de estrógeno puede dar
lugar a incremento de peso por retención de agua, dolores de cabeza y migrañas,
pechos fibrosos y con quistes, problemas de sueño y problemas de tiroides
(entre otras cosas que no nombro porque son menos evidentes). Estos problemas se
pueden presentar mucho antes del día M y casi siempre señalan lo mismo: exceso
de estrógenos en relación a la progesterona.
Hay maneras naturales y sencillas
de contrarrestar este problema con éxito, así que no os asustéis.
La primera es la alimentación.
No voy a entrar aquí en la descripción
de una enésima dieta sana porque
aunque revistas, publicidad y libros nos machaquen con ellas, no existe la dieta sana general que le
vaya bien a todas las mujeres y cada una tiene que descubrir lo que necesita de
acuerdo a su cuerpo y constitución.
Es más, considero que la comida
de base –lo que cocinaban nuestras madres y abuelas– en el Mediterráneo y en
los países de habla hispana es excelente y adecuada al lugar y al clima,
que es un detalle muy importante y que se suele olvidar cuando se trata de
recomendar esta o aquella dieta milagro. En realidad, una u otra dieta será
perfectamente adecuada en algún caso particular y específico: obesidad,
intolerancias, acidificación, piedras de vesícula o riñón, hígado
desfalleciente, cáncer y un largo etcétera más. Lo que no significa que haya
que seguirla si, básicamente, estás sana.
Yo sólo puedo recomendar huir de
los productos industriales –platos cocinados, dulces y bollería industriales– y
de los refrescos gaseosos llenos de azúcar o edulcorantes. Añadiría cosas tan
simples como el beber sobre todo agua, usar aceite de oliva virgen para cocinar
si vuestro país tiene esa tradición y, en general, si usáis aceite y –siempre
que no haya contraindicaciones especiales o alergias– comer de todo lo demás de
temporada que notéis que os sienta bien, incluyendo el vino y algún
coctel de vez en cuando, los dulces caseros y las carnes con grasa si os gustan
y no os producen pesadez de estómago, todo esto se entiende que sin excesos.
Será adecuado si conseguís cocinaros
platos para disfrutar y que os hagan sentiros bien físicamente durante su
degustación y una vez terminados. Escuchar vuestro cuerpo y no os regañéis si
vuestra constitución es fuerte y redonda… hace diez mil años hubierais sido la
representación encarnada de la diosa madre… y lo seguís siendo.
La leche es un caso especial. Hay
gente que la digiere perfectamente, siempre
que sea leche fresca entera, y personas que no. Sólo tú puedes saber a qué
tipo perteneces o dar los pasos para saberlo.
En cuanto a las leches desnatadas
y semidesnatadas, son productos industriales a evitar; totalmente faltos de
sentido biológico, difícil o nulamente asimilables por nuestro organismo y que,
probablemente, le sienten mal a todo el mundo a pesar de los millones en publicidad
gastados para convencernos de lo contrario. Si os preocupa saber en dónde
conseguiréis el calcio, hablaré sobre ello (y la osteoporosis) en otro
artículo. Aquí, basta con saber que cualquier verdura de color verde tiene
suficiente calcio asimilable por nuestro cuerpo.
Volviendo a la contaminación estrogénica, esta se puede contrarrestar eficazmente
tomando alimentos que contienen fitoestrógenos suaves, por
ejemplo algo de apio crudo añadido a las ensaladas o una cucharadita diaria de
semillas de lino dorado molidas –no hay necesidad alguna de exagerar con las
cantidades-. Tienen que ser molidas (en un molinillo de café reservado para
ello) porque si no ya veréis que se expulsan sin digerir.
Parecería un sinsentido
recomendar fitoestrógenos para luchar contra la contaminación xenoestrogénica,
pero no lo es, y esto es debido a que el fitoestrógeno se fija en nuestro
cuerpo sobre los mismos receptores celulares que los xenoestrógenos, pero su
potencia hormonal es 10000 veces menor. Lo que significa que el fitoestrógeno
bloquea suavemente el receptor, impidiendo que el xenoestrógeno se una al
mismo excitándolo de forma sostenida y no fisiológica.
Además, el fitoestrógeno es una
sustancia biológica y asimilable que el cuerpo reconoce y trata diferentemente
según tenga necesidad o no de ella. Si no es necesaria será transformada
inmediatamente en una molécula inactivada que podrá ser expulsada sin problemas
–o reciclada en otra cosa-, al contrario que los xenoestrógenos, moléculas
químicas agresivas, que tienen una forma fija no biológica y no transformable
por nuestras células, por lo que hasta que el cuerpo consigue librarse de ellas
pueden ir creando problemas y activando receptores que no deberían ser
activados.
Finalmente, quisiera comentar la
tendencia actual que, teniendo en cuenta lo que ahora se llama “la prevalencia
estrogénica”, recomienda los suplementos naturales de progesterona para
equilibrar la relación estrógenos/progesterona. Esto ha dado lugar a un nuevo
“tratamiento mágico” de los “síntomas”. Sin negar en absoluto su utilidad,
sobre todo si las otras cosas no funcionan, creo que estos tratamientos son a considerar cuidadosamente y caso por caso.
Yo aconsejaría que primero miréis
lo que coméis y segundo que equilibréis vuestras hormonas con las técnicas que
propongo en los artículos siguientes.
Una vez aclarados estos puntos, podemos
pasar al programa de base.
Para ojear mis otros libros y saber más sobre mí puedes ir AQUÍ.
Para ojear mis otros libros y saber más sobre mí puedes ir AQUÍ.
(1)
A. Becerra-Fernández. Abordaje
farmacológico en la menopausia. En: Información Terapéutica del Sistema
Nacional de Salud. Vol 27-No 4-2003.
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