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miércoles, 20 de febrero de 2013

5. La reorganización hormonal puede producir reacciones físicas molestas, médicamente conocidas como “los síntomas”. Lo primero que hay que saber y lo que podemos hacer.


En 1983, la doctora Mary Anderson escribía que sólo un tercio de mujeres menopáusicas experimentaban síntomas molestos (en Inglaterra). También se sabe que estos síntomas varían enormemente de una cultura a otra. Por ejemplo, las mujeres mayas tienen 0% sofocos, las chinas los experimentan en un 10 a un 22 % y las holandesas en un 80 %. La depresión, el insomnio y la fatiga pueden afectar al 25 % de las holandesas pero sólo al 5-10 % de las japonesas. En cuanto a la pérdida de libido sólo afecta al 5 % de las suecas (1).

Esto no puede explicarse por diferencias endocrinológicas e indica que los pretendidos síntomas menopáusicos tienen que ver con pautas socioculturales y –sobre todo– alimentarias. 

En efecto, las sustancias que introducimos en nuestro cuerpo influyen sobre las fluctuaciones hormonales que se producen naturalmente durante la reorganización del ciclo de poder. Estas fluctuaciones cambian la relación estrógeno/progesterona y varían de hora en hora, (por lo que un análisis puntual y aislado de las mismas no da ninguna información útil) y, en realidad, no tendrían que durar más que unos meses. 

Aquí, es importante informaros –por si no lo sabéis ya– que nuestro medio ambiente está contaminado con altas cantidades de xenoestrógenos. Estas son moléculas químicas, similares a nuestros estrógenos y que actúan como tales. Los restos de pesticidas que ingerimos con la comida son las primeras fuentes de xenoestrógenos, después nos encontramos con el bisfenol A presente en los embalajes alimentarios, con los falatos en los plásticos, con los PBC y los restos de píldoras anticonceptivas –que contienen estrógenos sintetizados en el laboratorio– en el agua, con los retardadores de llama en ordenadores y muebles o con los parabenos en los cosméticos. 

En la actualidad, la mujer menopáusica (y todas las otras), más que con una supuesta deficiencia estrogénica, lo que se encontrará a menudo es con un desequilibrio inducido artificialmente, donde, en realidad, va a haber demasiado estrógeno en relación a la progesterona.

El exceso de estrógeno puede dar lugar a incremento de peso por retención de agua, dolores de cabeza y migrañas, pechos fibrosos y con quistes, problemas de sueño y problemas de tiroides (entre otras cosas que no nombro porque son menos evidentes). Estos problemas se pueden presentar mucho antes del día M y casi siempre señalan lo mismo: exceso de estrógenos en relación a la progesterona.

Hay maneras naturales y sencillas de contrarrestar este problema con éxito, así que no os asustéis.  

La primera es la alimentación.

No voy a entrar aquí en la descripción de una enésima dieta sana porque aunque revistas, publicidad y libros nos machaquen con ellas, no existe la dieta sana general que le vaya bien a todas las mujeres y cada una tiene que descubrir lo que necesita de acuerdo a su cuerpo y constitución. 

Es más, considero que la comida de base –lo que cocinaban nuestras madres y abuelas– en el Mediterráneo y en los países de habla hispana es excelente y adecuada al lugar y al clima, que es un detalle muy importante y que se suele olvidar cuando se trata de recomendar esta o aquella dieta milagro. En realidad, una u otra dieta será perfectamente adecuada en algún caso particular y específico: obesidad, intolerancias, acidificación, piedras de vesícula o riñón, hígado desfalleciente, cáncer y un largo etcétera más. Lo que no significa que haya que seguirla si, básicamente, estás sana.  

Yo sólo puedo recomendar huir de los productos industriales –platos cocinados, dulces y bollería industriales– y de los refrescos gaseosos llenos de azúcar o edulcorantes. Añadiría cosas tan simples como el beber sobre todo agua, usar aceite de oliva virgen para cocinar si vuestro país tiene esa tradición y, en general, si usáis aceite y –siempre que no haya contraindicaciones especiales o alergias– comer de todo lo demás de temporada que notéis que os sienta bien, incluyendo el vino y algún coctel de vez en cuando, los dulces caseros y las carnes con grasa si os gustan y no os producen pesadez de estómago, todo esto se entiende que sin excesos. 

Será adecuado si conseguís cocinaros platos para disfrutar y que os hagan sentiros bien físicamente durante su degustación y una vez terminados. Escuchar vuestro cuerpo y no os regañéis si vuestra constitución es fuerte y redonda… hace diez mil años hubierais sido la representación encarnada de la diosa madre… y lo seguís siendo.
La leche es un caso especial. Hay gente que la digiere perfectamente, siempre que sea leche fresca entera, y personas que no. Sólo tú puedes saber a qué tipo perteneces o dar los pasos para saberlo. 

En cuanto a las leches desnatadas y semidesnatadas, son productos industriales a evitar; totalmente faltos de sentido biológico, difícil o nulamente asimilables por nuestro organismo y que, probablemente, le sienten mal a todo el mundo a pesar de los millones en publicidad gastados para convencernos de lo contrario. Si os preocupa saber en dónde conseguiréis el calcio, hablaré sobre ello (y la osteoporosis) en otro artículo. Aquí, basta con saber que cualquier verdura de color verde tiene suficiente calcio asimilable por nuestro cuerpo.

Volviendo a la contaminación estrogénica, esta se puede contrarrestar eficazmente tomando alimentos que contienen fitoestrógenos suaves, por ejemplo algo de apio crudo añadido a las ensaladas o una cucharadita diaria de semillas de lino dorado molidas –no hay necesidad alguna de exagerar con las cantidades-. Tienen que ser molidas (en un molinillo de café reservado para ello) porque si no ya veréis que se expulsan sin digerir.

Parecería un sinsentido recomendar fitoestrógenos para luchar contra la contaminación xenoestrogénica, pero no lo es, y esto es debido a que el fitoestrógeno se fija en nuestro cuerpo sobre los mismos receptores celulares que los xenoestrógenos, pero su potencia hormonal es 10000 veces menor. Lo que significa que el fitoestrógeno bloquea suavemente el receptor, impidiendo que el xenoestrógeno se una al mismo excitándolo de forma sostenida y no fisiológica. 

Además, el fitoestrógeno es una sustancia biológica y asimilable que el cuerpo reconoce y trata diferentemente según tenga necesidad o no de ella. Si no es necesaria será transformada inmediatamente en una molécula inactivada que podrá ser expulsada sin problemas –o reciclada en otra cosa-, al contrario que los xenoestrógenos, moléculas químicas agresivas, que tienen una forma fija no biológica y no transformable por nuestras células, por lo que hasta que el cuerpo consigue librarse de ellas pueden ir creando problemas y activando receptores que no deberían ser activados.

Finalmente, quisiera comentar la tendencia actual que, teniendo en cuenta lo que ahora se llama “la prevalencia estrogénica”, recomienda los suplementos naturales de progesterona para equilibrar la relación estrógenos/progesterona. Esto ha dado lugar a un nuevo “tratamiento mágico” de los “síntomas”. Sin negar en absoluto su utilidad, sobre todo si las otras cosas no funcionan, creo que estos tratamientos son  a considerar cuidadosamente y caso por caso.

Yo aconsejaría que primero miréis lo que coméis y segundo que equilibréis vuestras hormonas con las técnicas que propongo en los artículos siguientes. 

Una vez aclarados estos puntos, podemos pasar al programa de base.

Para ojear mis otros libros y saber más sobre mí puedes ir AQUÍ.

(1) A. Becerra-Fernández. Abordaje farmacológico en la menopausia. En: Información Terapéutica del Sistema Nacional de Salud. Vol 27-No 4-2003.

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