La explicación clásica de la
menopausia empieza siempre por el recuerdo del ciclo hormonal reproductor y me
temo que no puedo evitarla, puesto que su comprensión es importante para
entender la extensión y el sentido de la increíble reestructuración física y
mental menopáusica. Si ahora no tienes ganas de estudiarte las complejidades
hormonales femeninas, puedes pasar a otros artículos y volver a este cuando
veas que realmente necesitas y te apetece
enterarte.
También quiero señalar que sé
perfectamente que la menopausia se refiere a la última menstruación, lo que yo
llamo el día M. Sin embargo, lo usaré a menudo como término general, teniendo
presente que los cambios hormonales y otros, se dan en un período variable de
meses o años durante la pre- y post-menopausia, este periodo de cambios se
define también como perimenopausia.
Una vez aclarado esto, podemos
empezar.
Y lo haremos por el hipotálamo,
un centro regulador del tamaño de un guisante situado profundamente en la base
de nuestro cerebro -y por tanto en la situación más protegida imaginable-.
El hipotálamo tiene muchas funciones
importantísimas, es una glándula maestra que influye en la regulación de la
respiración, la temperatura corporal, el ritmo cardiaco, la presión sanguínea y
la producción de hormonas. Es importante señalar que estas funciones las lleva
a cabo conjuntamente con el triple calentador, que es el meridiano energético
que conecta las energías del sistema inmunitario y, asimismo, activa las
respuestas de huida/ataque o parálisis en presencia del peligro/stress.
Esta afirmación tal vez os
sorprenda, pero nuestro cuerpo no es exclusivamente un sistema físico-material
si no también un conjunto de fuerzas energéticas, con unos patrones muy específicos,
ampliamente conocidos y utilizados por otras culturas distintas a la nuestra.
Volveré sobre ello.
Pues bien, una de las funciones
del hipotálamo, es la producción de ciertos factores, llamados liberadores de
gonadotropinas (no es muy grave si olvidas el nombre inmediatamente) que, a su
vez, afectarán a otro minúsculo centro regulador colocado algo por debajo: la
pituitaria.
En respuesta a este mensaje
específico del hipotálamo, la pituitaria va a producir dos hormonas: la folículo estimulante (FE) y la luteinizante (L) en cantidades
variables.
Al principio de un ciclo
menstrual de 28 días (más o menos), es decir todavía durante la menstruación,
el hipotálamo avisa a la pituitaria de que tiene que aumentar la cantidad en
circulación de hormona folículo
estimulante.
¿Por qué? Porque esta hormona es
la que indica al ovario que se ponga a la tarea de madurar algunos de sus
folículos. Los folículos que maduran suben hacia la superficie del ovario y mientras
lo hacen producen estrógeno (en
realidad hay tres tipos de estrógeno: el estradiol, la estrona y el estriol que
es un producto de descomposición del estradiol).
El estrógeno, en concentraciones
cada vez mayores, y por un sistema de circuito, avisa a la pituitaria de
disminuir la hormona folículo
estimulante (FE) y aumentar la luteinizante
(L), que ya estaba presente desde el principio con la FE, pero en menor cantidad. Este
aumento de hormona L conjugado con
la disminución de la FE a mitad del
ciclo, es lo que produce la ruptura del folículo que más prisa se había dado en
subir y que libera un óvulo maduro.
Mientras el óvulo se aventura por
el mundo, la cantidad de estrógeno baja, pero el folículo vacío no descansa, si
no que se transforma en el cuerpo lúteo que producirá progesterona (la hormona encargada de preparar el útero como
un nido por si acaso el óvulo tiene suerte). Mientras pasa todo esto, tanto la
hormona FE como la L caen en picado.
Si no hay fecundación, el cuerpo
lúteo degenera y se produce la caída de nivel de la progesterona que, junto a
la disminución del estrógeno que comenzó en el momento de la ovulación, señalan
el inicio de la menstruación.
Tomemos un respiro, por un lado
para releer todo lo que acabo de escribir, por otro lado para hacerse una
reflexión filosófica tal vez inútil, pero no por ello menos pertinente:
Si durante el ciclo reproductor
la pituitaria (por no hablar del hipotálamo), regula con sabiduría la
coreografía hormonal creando escenas perfectamente controladas de reducción
masiva de estrógenos (después de ovular) o reducción masiva de progesterona (si
no hay fecundación y durante la primera mitad del ciclo) y a nadie se le ocurre
que hay un déficit, porqué cuando esa misma pituitaria ordena, en la fase vital
siguiente, la reducción de ambas hormonas –reducción, que no desaparición como
veremos más adelante–, la opinión médico-social dominante invoca durante
treinta años un “déficit” patológico de ambas y especialmente las estrogénicas,
susceptible además de tratamiento con hormonas sintéticas ¿?
Es más, ¿por qué no se explica
generalmente lo que pasa con las hormonas folículo estimulante y luteinizante? A mí me parece muy
interesante saber que, estas hormonas FE
y L, que están bajando y subiendo
durante toda nuestra fase reproductora, aumentan durante la menopausia hasta
estabilizarse en cantidades elevadas que se mantendrán durante el ciclo del
poder.
Notemos que, en nuestra etapa
reproductora, y dependiendo del momento del ciclo, la hormona FE está entre 4.7 y 21.5 mUI/ml. En la
postmenopausia se miden concentraciones de 25,8 a 134,8 mUI/ml. En cuanto a la L la variación va de 5-25 mUI/ml
durante el ciclo reproductor a 20-120 mUI/ml después. Siendo la relación FE/L
de algo más de 1 (o sea, hay algo menos de hormona L).
(mUI/ml:
miliunidades internacionales por mililitro).
Estas cifras no coinciden con la asumida
imagen de “déficit” y “carencia hormonal” y eso sin contar con que los ovarios
postmenopáusicos no son un saco inservible, como podría creerse por lo poco que
se les considera.
Siguen produciendo hormonas como la dehidroepiandrosterona, androstenodiona, testosterona y estrona (el
estrógeno mayoritario después de la menopausia). También se ha observado
producción de estradiol (1) (el
estrógeno principal durante nuestro ciclo reproductor).
Hay que saber que la dehidroepiandrosterona y la androstenodiona
pueden convertirse en estrona en los
tejidos adiposos y musculares. Y que estos mismos tejidos adiposos son también
capaces, ellos solitos, de sintetizar andrógenos y estrógenos.
Sin contar con que las glándulas supra
adrenales también producen (entre otras hormonas) dehidroepiandrosterona, androstenodiona y progesterona por lo que,
llegado el caso, pueden encargarse de la producción necesaria de estrógenos y de
las otras hormonas si no hay ovario (debido a una histerectomía con ablación ovárica por ejemplo).
Si se sabe todo esto –y he
intentado dar una versión lo más sencilla que he podido para facilitar la
lectura– la imagen que aparece no es de deficiencia si no de exquisita regulación.
Se observa asimismo que las zonas de producción de las hormonas necesarias
están quintuplicadas (ovario, dos glándulas supra renales, manto adiposo y
músculos). Es decir, que el cuerpo, en su sabiduría innata, está poniendo todo
de su parte para que la producción hormonal necesaria en esta fase,
tenga todas las posibilidades de ocurrir.
SI resumimos, la imagen general
es la siguiente:
Durante esta reorganización
perfectamente orquestada, las cantidades de hormonas folículo estimulante y luteinizante
aumentan significativamente para mantenerse después en cantidades estables.
La cantidad de estrógenos disminuye y cambia la
relación estradiol/estrona, siendo esta segunda más abundante. Es interesante
indicar que el exceso de estradiol en esta fase tiene efectos deletéreos: en
mujeres menopáusicas obesas que producen exceso de estradiol en sus adipocitos
se ha observado aumento de carcinoma endometrial (1).
La cantidad de progesterona también disminuye, lo que
es necesario, ya que en un cuerpo sano hay siempre una relación equilibrada
entre el estrógeno y la progesterona.
Las hormonas androgénicas (como
la testosterona) disminuyen en total,
pero su porcentaje en relación a los estrógenos/progesterona aumenta
apreciablemente, por lo que la mujer, por primera vez en su vida, tiene la cantidad
de testosterona adecuada para actuar como líder de forma natural y sin
estresarse. Y eso sin contar con la aparición de un nuevo impulso sexual, del
que hablaré en otro momento, y que puede dar las experiencias sexuales más
intensas de su vida a una mujer (y al hombre que tenga la suerte de estar con
ella). En cuanto a la falta de libido, uno de los “síntomas” de la “enfermedad
menopáusica” es un suceso que, aunque ocurre, es debido a otras causas, de las
que hablaré, y que tiene solución.
Los cambios son necesarios porque dejamos de ser productoras de niños para
comenzar nuestra etapa de sabiduría personal y liderazgo, tal y como la
naturaleza lo ha planeado dentro de su proyecto evolutivo.
Que esto haya sido ignorado, manipulado
o negado durante miles de años de orientación principalmente masculina -para
desgracia de hombres (2) y mujeres y depredación de los recursos de la Tierra- no
lo hace menos cierto.
¡Estupendo!, os diréis algunas o
muchas, pero yo sigo teniendo síntomas desagradables (¡e incluso,
insoportables!) -Por no hablar de la libido inexistente. Paciencia, iré dando
respuestas y alternativas a todo ello.
Para ojear mis otros libros y saber más sobre mí puedes ir AQUÍ.
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(1) Endocrinología en
ginecología. Tomo I. (2006) Dr. Santiago Hung Llamos.
(2) Me gustaría comentar que, los
hombres, producen asimismo hormonas folículo
estimulante y luteinizante, y que estas aumentan cuando dejan de ser
jóvenes (en el caso de la FE pasa de
3-15 mUI/ml a 37/100 mUI/ml -no he encontrado datos para la L). No se ha prestado la suficiente atención
al hecho de que estos cambios hormonales remodelan el cerebro, también el de
ellos. Mi hipótesis es que, en su caso, el plan evolutivo de la naturaleza pasa
por una conexión en la edad madura con sus energías y poderes femeninos (así
como nosotras accedemos naturalmente a nuestra energía más masculina). Sospecho
que el hecho de no hacer esta conexión, presionados terriblemente por los
valores masculinos predominantes, es lo que hace que su esperanza de vida sea
apreciablemente menor. Un camino a explorar… por ellos.
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