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miércoles, 20 de febrero de 2013

2. Pequeñas notas históricas y zoológicas para meditar.




Es aceptado generalmente que la esperanza de vida en 1800 era de 35 años. Un siglo después ­-y según los datos del censo español, empezado en 1900- en la península apenas había subido a 35,7. 

Las cifras eran parecidas en el resto de Europa. 

Basándose en estos datos, se ha asumido que las mujeres morían durante su etapa reproductora, ajadas y exhaustas después de múltiples embarazos (1). Mirado más en detalle esto no es totalmente cierto, porque esos 35,7 años corresponden a una  media obtenida después de considerar que un 25 % de los niños morían antes de los tres años y que otro 25% de la población lo hacía antes de los cincuenta, además de la frecuencia en ciertas épocas de guerras, hambrunas y epidemias.

Por lo que, muy probablemente, sí que había suficientes mujeres que habían terminado su ciclo reproductor. Sin embargo, como la historia oficial de los últimos diez mil años la han escrito los hombres desconocemos si, en el mundo en que vivían -me refiero al llamado “occidental”- , tenían alguna posibilidad de reconocimiento o se retiraban en el silencio. 

La realidad es que no sabemos nada sobre ellas, aunque no está de más recordar que de todas aquellas brujas quemadas en la Edad Media muchas debían de ser mujeres postmenopáusicas. Mujeres con poder y conocimiento, sexuales –esto es importante porque es específico de las hembras humanas, volveré a ello más adelante–… y que molestaban.

En la actualidad, las condiciones de vivienda, higiene y alimentación nos están permitiendo llegar a la edad máxima programada genéticamente en nuestras células. Sin embargo, médicos y científicos se ponen de acuerdo en considerar que el proceso del envejecimiento humano comienza muy pronto en relación a la duración de vida de nuestros cuerpos que, en estos momentos, estaría entre 80 y 100 años para el femenino. Sin embargo, se considera que el “deterioro natural” puede iniciarse en edad tan temprana como los 25 años.

Desde mi punto de vista, habría que mirar de cerca este supuesto “deterioro natural”, que a mí me parece que no es natural, si no debido a los abusos a los que en la actualidad –y a falta de tigres dientes de sable, glaciaciones y otros accidentes exteriores– sometemos a nuestros cuerpos. En cualquier caso, la duración de nuestra vida hace tambalearse seriamente el pensamiento darwiniano simplista -implícito en nuestras sociedades masculinas- que considera el mundo como el campo de batalla de los reproductores más fuertes y sanos (sustituidos sin piedad en el instante en que dejan de serlo).

 Si esto fuera cierto, no tendría ningún sentido biológico que un cuerpo esté programado naturalmente para superar, y largamente, la etapa reproductora.
Todavía podríamos decirnos que, un hombre (es decir un mamífero macho) que ya no es joven, mantiene la capacidad de reproducirse. Sin embargo son ellos –tanto en la sociedad humana como en el mundo natural- los que suelen morirse antes.

Sin embargo, cuando observamos nuestra realidad de hembras de mamífero sociales e inteligentes, la reproducción (lo que presupone juventud en las hembras) no está en absoluto unida a la supervivencia. Lo que inmediatamente lleva a hacerse la pregunta que parece que nunca se ha hecho, a saber:

¿Qué  sentido biológico tiene la existencia de hembras de mamífero que pueden vivir entre treinta y cincuenta años sin capacidad reproductora? 

En realidad, basta una breve mirada al mundo natural, en absoluto exhaustiva, para tener un inicio de respuesta. 

Por ejemplo, los elefantes. 

Se sabe que las manadas están compuestas de hembras, jóvenes y crías bajo la guía de una matriarca de avanzada edad que ya no se reproduce. Se han observado matriarcas de 60 años que, se piensa, es el máximo de vida de un elefante. Estas tienen un conocimiento del medio y los recursos, de la educación de los jóvenes y de la resolución de problemas, que van transmitiendo al resto de hembras adultas de la manada. 

Los machos viven solos o en pequeños grupos pero van siguiendo de lejos a sus familias, preparados en todo momento para la llamada de amor –emitida por ultrasonidos– de la hembra que se sienta presta al apareamiento. En estos grupos masculinos, se ha observado asimismo que los más viejos tienen una función de control y educación sobre los jóvenes adultos.

La estructura matriarcal aparece en muchos animales inteligentes que viven en grupo (hay observaciones que indican que también es la estructura social de ballenas y delfines). Esta organización, donde las hembras de más edad son depositarias naturales del conocimiento y del liderazgo, parece ser ventajosa para la supervivencia del grupo y también para la evolución de la inteligencia de la especie, puesto que se transmiten conocimientos específicos, variables y acumulables de generación en generación. 

Esto sólo puede ocurrir si las hembras viven sanas y disfrutando del uso completo de sus facultades el tiempo suficiente para aprender y transmitir. Lo que ya de primeras excluye que lo natural sea que estén débiles, seniles y enfermas.

En cuanto a los machos parece que, en general, viven menos. De hecho, las observaciones muestran casos (leonas o cérvidos p.ej.) en que son sustituidos por nuevos sujetos, más jóvenes y fuertes, a velocidades pasmosas. Un león (o dos) en la flor de la edad, serán aceptados –y ayudados a defenderse de rivales inexpertos– por el grupo matriarcal durante unos cuatro años, después serán abandonados a su suerte y sus posibilidades de supervivencia serán de muy bajas a nulas.

No puedo resistirme comentar que esto da que pensar sobre la fantasía masculina del harem. También que los leones y los ciervos parecen ser menos inteligentes que los elefantes.

Por supuesto, sería muy simplista e inexacto, extender estas observaciones, tal cuales, a las sociedades humanas. Sin contar con que en primates se han encontrado todo tipo de estructuras sociales, algunas incluyendo una feliz promiscuidad y sexo homosexual. Pero lo que he querido señalar, puesto que es algo sobre lo que no parece haber mucha información, es el hecho de que en la naturaleza existe un programa biológico de supervivencia y poder para hembras no reproductoras de mamíferos.

Además, yo me permito avanzar la hipótesis de que este programa es el que ha permitido la aparición y evolución de seres conscientes, inteligentes y cooperativos sobre nuestro planeta madre.

Para ojear mis otros libros y saber más sobre mí puedes ir AQUÍ.

(1) Observando las pocas culturas “primitivas” que sobreviven malamente en nuestro mundo, se puede considerar que los embarazos múltiples y sin ningún control, sólo se dan en sociedades que han perdido sus conocimientos ancestrales femeninos en los últimos cientos (o miles) de años. En efecto, en estos pueblos  “primitivos”, los hijos se espacian con métodos anticonceptivos específicos, en general basados en plantas y que parecen funcionar perfectamente en su caso.

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